Cuando hablamos de gente de gran éxito todos vemos esas figuras cuando ya son millonarios. Les admiramos y nos gustaría ser como ellos.

Lo que nadie se para a pensar demasiado es cómo han llegado ahí. Y cuando te lo cuentan y ves todo lo que han trabajado para llegar a ser lo que son, de repente ya no quieres parecerte a ellos porque no quieres pagar el precio (medido en trabajo y esfuerzo) que supone tener éxito; porque el éxito, reconozcámoslo de una vez por todas, es para gente con bemoles, que diría Rhett Burtler. En cristiano, decimos valor, coraje o huevos.

El caso de Bill Gates es muy ilustrativo. Este señor, fundador de Microsoft y persona más rica del mundo durante varios años, todo un ídolo para mí, se convirtió en millonario a la edad de 23 años (su primer millón), y en multimillonario (sus primeros 1.000 millones a la edad de 31).

¿Cómo lo consiguió?

Pues obviamente porque era un fuera de serie y un visionario, pero también, como él mismo mencionó en una entrevista en 2011:

“I never took a day off in my twenties. Not one.” – (No me tomé ni un solo día libre de los 20 a los 30 años. Ni uno solo).

Bill Gates trabajaba como un bruto, entre 14 y 20 horas diarias. Seguro que cogió algún día de vacaciones, pero lo que quiso decir precisamente es que su nivel de esfuerzo y trabajo fue tal, que gracias a él conquistó el éxito y se convirtió en millonario.

Y el caso de Bill Gates no es el único. En España tenemos a Amancio Ortega, dueño de Inditex, que tiene marcas como Zara. Zara es mundialmente famosa, igual que Amancio Ortega, pero lo que quizá no es tan conocido es que la primera tienda Zara la abrió cuando tenía casi 40 años. ¿Y qué había hecho hasta entonces? Trabajar, trabajar y trabajar.

Bill Gates, Amancio Ortega, Marc Zuckerger (el fundador y dueño de Facebook), Steve Jobs (fundador de Apple), Larry Ellison (fundador de Oracle), Richard Branson (fundador de Virgin), Henry Ford (el de los coches, sí), el propio Walt Disney y otro montón de gente de éxito, pertenecen a ese grupo de personas que no acabaron los estudios (algunos ni siquiera el instituto) y que se pasaron trabajando todos los años que hicieron falta para llegar a cumplir sus sueños, cosa que les llevó igualmente a convertirse en multimillonarios.

Así que aquí tienes uno de los verdaderos secretos del éxito, el esfuerzo. Hasta la gente más inspirada, más inteligente y más dotada, ha trabajo hasta la extenuación para conseguirlo, así que aprendamos de ellos.

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